SANTA BARBARA - LA ESPADA Y EL RAYO

viernes, 25 de enero de 2013

 
 
 
 
La Espada y el Rayo
 
Santa Bárbara nació en Nicomedia, capital de Bitinia, en la Turquía asiática. Dióscoro, su padre, de origen judío, militar de carrera, rico, orgulloso y brutal, la encerró en una torre que sólo tenía una poceta y dos ventanas por donde entraba el sol, su único privilegio.


 
 
 

Al partir a la guerra, su padre la dejó rodeada de lujos y maestros famosos para que así obtuviera una educación como correspondía a su rango social.
 

Con el tiempo, Bárbara se fue percatando de la falsedad de la doctrina pagana y de sus deidades. Aunque Roma dominaba al mundo, pudo hacer llegar un mensaje al sabio católico Orígenes, quien le envió a un discípulo suyo, Valencio, quien la instruyó en los libros sagrados, la fe cristiana y la bautizó.

Al regresar de la guerra, su padre la encontró cambiada y le instó a que le dijera la causa de su cambio, a lo que Bárbara se confesó cristiana. Dióscoro trató de disuadirla, pero ella continuaba confesándose cristiana. Fue entregada a la justicia del pretor Marciano quien mandó a que la azotaran durante tres días. La acostaron sobre pedazos de vidrios y puntas de lanza, abrieron sus heridas con sal y vinagre y la arrojaron a un calabozo oscuro. Allí se le apareció Jesús, quien curó sus heridas y alimentó su fe cristiana. Al verla el pretor con fuerza e intuir el milagro, mandó a que la torturaran nuevamente, mientras ella seguía sonriendo, orando, firme en su fe cristiana. Fue entonces que la expusieron desnuda por toda la ciudad dándole latigazos. Una vez humillada y sin lograr que negara a Jesús, fue sentenciada a muerte. Su padre fue el verdugo, sacó su espada y la degolló.

 
 
 

 
De regreso a su casa Dióscoro, en compañía del pretor Marciano, una centella de rayo los mató, ante un cielo sereno y sin nubes. Esto sucedió alrededor del año 238.

La fiesta patronal de esta virgen-mártir se celebra el 4 de diciembre, aunque en 1969 desapareció del calendario romano.
 
Por su parte, Changó llega a Cuba en los barcos negreros que transportaban grandes cargamentos de esclavos para trabajar en las plantaciones del nuevo continente. Con los esclavos vino este orisha, su culto, sus relatos, su vitalidad y colorido; a partir de entonces, se fue transmitiendo de padres a hijos a través de la memoria oral. Fue así como se asentó en nuestra tierra.

Changó es un orisha o deidad mayor. Es dios del fuego, del rayo, del trueno, de la guerra, de los ilú-batá, del baile, la música y la belleza viril. Es patrón de los guerreros y los artilleros. Este orisha es hijo de Ibaíbo y de Yemmú.



 
A Changó se le atribuyen muchas virtudes y defectos de los hombres. Es buen trabajador, muy valiente, amigo digno de apreciar, adivino; también es algo mentiroso, mujeriego, en algunas ocasiones, pendenciero, jactancioso y jugador. Como padre se ocupa del hijo mientras éste le obedece, mas no lo admite cobarde. Los Ibeyis son sus hijos. Changó posee también innumerables amantes; ello no le impide tener sus propias mujeres: Oyá, Obba Yurú y Ochún.

Este orisha es muy respetuoso de los egguns. A veces se le representa a caballo como un soldado. En la tierra yoruba, Nigeria, esta deidad era rey de la ciudad de Oyó; se dice que cometió suicidio y, a partir de entonces, se convirtió en orisha.

Existen diversas leyendas o pattakíes en Cuba que refieren la historia de Changó, muchas de ellas se encuentran plasmadas en antiguas libretas, ordenadas según los oddunes del sistema adivinatorio de Ifá en que habla esta deidad, y otras de ellas recogidas por la tradición oral de nuestro pueblo, una de ellas cuenta:

Changó desafiaba a Oggún al convertir a Oyá en su mujer. Estando el amante en casa de Oyá, dueña de las centellas y los temporales, de pronto, enterado, se apareció Oggún; rodeó la casa con un ejército formado por todo tipo de armas hechas en su fragua; interpelaba bruscamente a Changó a que saliera y le enfrentase batalla.

Oyá, muy respetada y querida en su pueblo, y bajo la influencia de su amor por Changó, se cortó sus largas trenzas; se quitó también su saya de nueve colores y su pañuelo. Vistió a Changó con todo esto. Luego abrió la puerta de su casa y Changó, vestido con la indumentaria de su amante, se abrió paso entre la multitud, imitando el majestuoso paso de Oyá. Vestido así, logró escapar de la ira de Oggún, su eterno rival en el amor.


 
 
Sería demasiado extenso narrar las múltiples facetas de la vida de Changó.

Este orisha es capaz de resumir en sí todas las virtudes y defectos y, como se puede observar, ni la historia ni el relato sobre el origen de Santa Bárbara y de Changó guardan algo en común, más bien se trata de dos historias que muestran un cierto paralelismo hasta que la misma vida los pone en suelo cubano y se unifican las dos tradiciones de las culturas africana y europea.


 
 
Autora del texto Natalia Bolivar



 

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