La ceremonia de iniciación en la Santería recibe el nombre de Asiento o hacer santo. Sale bastante costosa, por ejemplo, ovejas y cabras.
Antes que se haga el santo, el neófito debe someterse a la renovación de cabeza, que es una purificación ritual. Es un rito sencillo que lo efectúa la madrina. Se invoca al ángel guardián del novicio.
El propósito principal que se persigue con la ceremonia de iniciación es adiestrar la psique del novicio para que se vuelva receptora y transmisora de los santos, en particular el Orisha que es su ángel guardián. No todas las iniciaciones son iguales; varían según los santos y los animales que se ofrendan, pues cada santo tiene una preferencia distinta de animales.
Las únicas personas que pueden asistir al asiento del iniciado son, la madrina, el babalao (que se encarga de sacrificar los animales), otros santeros y, por supuesto, el neófito. Los que han hecho el santo son los que pueden presenciar la ceremonia.
El asiento se efectúa en el santuario. El iniciado se corta los cabellos al rape y se viste con manto de colores, colores de los que están en trance. Mientras están en trance los asistentes autorizados, el iniciado recibe la bendición del santo o aché, y cuando despierta de su trance se sienta en un trono. El yaguó (antes llamado iniciado), paga a su madrina cierta cantidad de dinero sagrado, que se denomina derecho. Al concluir la ceremonia el yaguó permanece en el igbodu siete días y se lava todos los días con el líquido del omiero. Bebe tres cucharadas del omiero cada mañana durante los siete días.
Tres meses después del asiento, se realiza una ceremonia especial para purificar al yaguó de cualquier impureza escondida. Luego de transcurridos seis meses se vuelve a repetir la ceremonia, y se declara al yaguó un santero completo, pudiendo practicar todos los rituales de la Santería. Su madrina le entrega los otanes de su santo, que son piedras de diferentes tamaños y formas, que se piensa están habitadas por Orishas, y se les atribuye todos los poderes sobrenaturales de los santos de los dioses, creencia que proviene de una leyenda yoruba (las deidades yorubas son espíritus que habitan en las piedras).
Tres meses después del asiento, se realiza una ceremonia especial para purificar al yaguó de cualquier impureza escondida. Luego de transcurridos seis meses se vuelve a repetir la ceremonia, y se declara al yaguó un santero completo, pudiendo practicar todos los rituales de la Santería. Su madrina le entrega los otanes de su santo, que son piedras de diferentes tamaños y formas, que se piensa están habitadas por Orishas, y se les atribuye todos los poderes sobrenaturales de los santos de los dioses, creencia que proviene de una leyenda yoruba (las deidades yorubas son espíritus que habitan en las piedras).
Junto a los otanes y las soperas, también reciben las armas o implementos de trabajo de los orishas y los caracoles que pertenecen a ese Orisha en particular. Los santeros consideran los caracoles la más preciosa de sus posesiones y los cuidan como sus propias vidas. Si llegan a perder sus caracoles involucraría perder todos sus poderes. Después que el santero recibe los caracoles, un italero le enseña a leerlos e interpretarlos. El italero, que es un santero, es el único, junto con el babalao, que sabe cómo interpretar exactamente el oráculo. Los caracoles son los medios por los cuales hablan los santos al santero.
Durante el asiento, el nuevo santero obtiene el derecho de trabajar con cinco de los orishas del culto, así como con su propio ángel guardián. Comúnmente esos cinco santos son Obatalá, Elegguá, Changó, Yemayá y Oshún. Si uno de estos cinco orishas coincide con el ángel guardián del yaguó, hay que sustituirlo por otro santo.
La ceremonia de iniciación se puede simplificar cuando los practicantes y creyentes en el culto no desean pasar por la ceremonia prolongada y costosa de iniciación. Si un creyente desea trabajar con un determinado santo, se le somete a un ritual más simple que se conoce con el nombre de santo lavado. El santo lavado recibe algunos secretos del santo, pero no todos sus poderes. En realidad la ceremonia resulta parecida al asiento. Excepto que la cabeza no se afeita y no se invoca al santo para que posea al creyente.
También constituye una práctica usual en santería que el practicante o simpatizante en el culto, se limite a recibir los collares y al Elegguá, sin más rituales.
Los santeros acostumbran hablar a los orishas en el lenguaje yoruba, lo cual representa una tradición. Las palabras son fuente de energía y poder que si se repiten se acumula, por ello ciertas frases son empleadas reiteradamente. El poder de la palabra hablada ha estado asociado tradicionalmente a las religiones. Desde tiempos antiguos las palabras son poder, tal como ocurre en santería. Por medio del lenguaje yoruba se invoca de un modo ritual a los dioses. Quienes lo hacen son los babalaos, que deben y tienen que conocer el lenguaje yoruba. La costumbre que tienen los santeros de hablar a los orishas en el lenguaje yoruba, es una tradición que se conoce con el nombre de invocaciones a los orishas.
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