Espíritus prudentes y benévolos,
mensajeros de Dios,
cuya misión es la de asistir a los hombres
y conducirlos por el buen camino,
sostenedme en las pruebas de esta vida,
dadme fuerzas para sufrirlas sin murmurar,
desviad de mi los malos pensamientos
y haced que no de acceso
a ninguno de los malos espíritus
que intenten introducirme al mal.
Iluminad mi conciencia
para que pueda ver mis defectos.
Separad de mis ojos el verlos
y confesármelos a mí mismo.
Vos, sobre todo, mi ángel de la guarda,
que veláis mas particularmente
sobre mi, y vosotros, espíritus protectores
que tomáis interés por mí,
haced que me haga digno de vuestra benevolencia.
Conocéis mis necesidades,
haced pues, que me sea concedida gracia
según la voluntad de Dios.
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