¡Oh Dios!,
yo perdono a .................
el mal que me hizo y el que me quiso hacer,
como deseo que me perdonéis
y que él también me perdone
las injusticias que yo pueda haber cometido.
Si lo colocasteis en mi camino como una prueba,
que se cumpla vuestra voluntad.
Desviad de mí, ¡Oh Dios!,
la idea de maldecirle
y todo deseo malévolo contra él.
Haced que yo no experimente ninguna alegría
por las desgracias que pueda tener,
ni pena por los bienes que puedan concedérsele,
con el fin de no manchar mi alma
con pensamientos indignos de un cristiano.
Señor, que vuestra voluntad al extenderse sobre él,
pueda conducirlo a los mejores sentimientos
con respecto a mí.
Buenos Espíritus,
inspiradme el olvido del mal
y el recuerdo del bien.
Que ni el odio, ni el rencor,
ni el deseo de volverle mal por mal,
entren en mi corazón,
porque el odio y la venganza sólo pertenecen
a los Espíritus malos, encarnados y desencarnados.
Por el contrario, que esté pronto
a tenderle fraternalmente la mano,
a volverle bien por mal
y a socorrerle si me es posible.
Deseo, para probar la sinceridad de mis palabras,
que se me ofrezca la ocasión de serle útil;
pero sobre todo, ¡Oh Dios!,
preservadme de hacerlo por orgullo u ostentación confundiéndole con una generosidad humillante,
lo que me haría perder el fruto de mi acción,
porque entonces merecería
que se me aplicasen aquellas palabras de Cristo:
Ya recibisteis vuestra recompensa.
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