El más poderoso de los orishas es Obatalá. Todos los santeros están de acuerdo en ello. De igual manera, todos están de acuerdo en que el que le sigue en orden de poderío, es Elegguá. Todos los santeros convienen sin ninguna controversia en que después de Obatalá, el más poderoso de los orishas es el malicioso y formidable Elegguá. Para que los demás orishas puedan tener los poderes que comúnmente se les atribuyen, hay que conseguir previamente la buena voluntad de Elegguá. De manera que se observa una especie de jerarquización de poder entre los orishas que integran las Siete Potencias Africanas. La fuerza feroz de Changó está supeditada a Elegguá, el talento de Oggún para la guerra depende de Elegguá, la influencia de Yemanyá igualmente está supeditada a Elegguá, y la influencia de Oshún en asuntos familiares y económicos se convierte en nula sin la aquiescencia de Elegguá.
El poder de Elegguá fue establecido desde tiempos remotos. Elegguá sería el primer dios honrado en cualquiera de las ceremonias de los orishas. Se le dio la llave de abrir todas las puertas. Es el primero en ser honrado por los santeros en los güemileres y debe ser apaciguado y satisfecho antes de que se ejecute cualquier hechizo, pues de otro modo los resultados serían nulos. De acuerdo con los santeros, Elegguá posee una dualidad anímica, en el sentido de que si está feliz y es propicio, puede cambiar el destino más adverso, pero si se le ofende es capaz de destruir a la persona más poderosa y próspera. De manera que los poderes más temibles de este orisha se explican con otra leyenda:
Olorún-Olofi, el padre eterno, se encontraba muy enfermo en una ocasión, víctima de un misterioso mal. Todos los orishas habían intentado curarlo, sin conseguir ningún resultado. Elegguá, siendo un niño, expresó que sabía como curarlo. Lo condujeron a presencia de Olofi, a quién dio un brebaje. El padre de los dioses recuperó la salud, y lleno de gratitud fue por lo que concedió poderes especiales a Elegguá frente al resto de los dioses. Le hizo propietario y guardián de todos los caminos, amén de los aspectos ya mencionados anteriormente. Así vemos como descripciones de estas deidades de las potencias africanas, están llenas de mitos y leyendas. Cuando alguien crea que va a ser atacado o perjudicado de alguna manera, solo debe hacer una ofrenda a Elegguá y el orisha salvará la vida de la persona.
El origen de Elegguá es muy vago. No se sabe a ciencia cierta de quién es hijo. Elegguá tiene varias facetas, representaciones y aspectos. Se muestra de diferentes maneras y con diferentes nombres. El más temido de los aspectos de Elegguá es Eshú, a quién se le identifica con el aspecto cristiano del diablo. Algunos santeros afirman que Eshú, sin más apelativos, es los veintiún Elegguá en uno. Veintiuno son los aspectos de Elegguá. El más viejo de los Elegguá es Eleufe, cuya imagen se labra en una piedra plana y ancha y se conserva en los patios. Anaguí, es uno de los aspectos más importantes del orisha por cuanto es el guardián de las puertas de los cementerios. Alaroye es el que vive detrás de las puertas. Ayeru es el mensajero y protector de Ifá. Baraine es amigo y mensajero de Changó.
Los seguidores del orisha segundo en importancia, es decir, Elegguá, siempre conservan su imagen en sus hogares. Los santeros acostumbran a preparar esta imagen, según las características del usuario. La imagen es preparada por el santero de la siguiente manera...
Se toman diferentes clases de tierra: el cruce de cuatro caminos, de un hormiguero, del atrio de una iglesia, de un hospital, de la cárcel pública y de una panadería. Todas estas tierras se mezclan con alguna de las hierbas sagradas del orisha, la cabeza de una tortuga, una piedra de un campo abierto y veintinueve monedas de distintas denominaciones. El santero humedece cemento como omiero, el líquido sagrado del asiento, vino y miel, añadiendo todos los otros ingredientes. Con esta mezcla modela la cabeza del orisha. Los ojos y la boca los forma con tres caracoles pequeños. Después que saca el cemento el santero entierra la cabeza antes de la alborada en el cruce de cuatro caminos, en la creencia de que el espíritu del orisha esté en capacidad de entrar en la cabeza y animarla. Luego que transcurran siete días, desentierra la cabeza, y llena el hueco que se formó con tres gallos, cuya sangre vierte en la oquedad. También coloca dentro del hoyo alguno de los alimentos preferidos por Elegguá, tales como plátanos, maíz, velas. Todo es rociado con una buena cantidad de ron, y la cavidad se cubre con tierra.
Una vez en casa, el santero sacrificará al dios una cabra o un ratón, o en su defecto un pollo negro. Se supone que de esa manera la imagen ya está consagrada y ha adquirido todos los poderes de Elegguá. La cabeza de piedra se mantiene en un gabinete próximo a la puerta. Periódicamente se le enciende un tabaco o puro, y se exhala el humo en dirección a la imagen, porque Elegguá es muy aficionado a los cigarrillos. Estando el tabaco todavía prendido, se colocará al lado de la imagen. Se enciende una vela junto a la puerta del gabinete, que se conserva abierta todo el día. Es costumbre ofrecer comida a los santos, debiendo informarle al dios en cada caso, que tipo de alimento está consumiendo. Esto se debe hacer con Elegguá y con cualquiera de los otros orishas.
Cuando se honra al orisha, el santero debe proferir algunas palabras en lenguaje yoruba. Una de las fórmulas de petición más complicadas es solicitar al orisha que proteja a la persona de la muerte, la enfermedad y las dificultades, y que consiga para ellos medios de vida, suerte y dinero.
También son corrientes los sacrificios animales a los orishas. Y el santero que lleva a cabo el sacrificio, debe recordar en cada oportunidad, luego de matar al animal, que no fue él, sino Oggún, quién lo mató. Oggún es el responsable de todos los sacrificios, porque él es el dueño de todas las armas de acero. Por último en la equivalencia de los dioses yorubas con los santos católicos, a lo hemos llamado sincretismo, Elegguá está sincretizado como el Santo Ángel Guardián. No obstante muchos santeros lo identifican con San Antonio, quién es también una representación de Ifá.
Llevamos vistos hasta ahora dos dioses de la religión yoruba, concretamente de las Siete Potencias Africanas, Obatalá y Elegguá. La Virgen de las Mercedes se identifica en santería con Obatalá, que simboliza la pureza y la bondad. Obatalá es un dios muy importante en la religión Yoruba y representa todo lo puro. Está asociado a todo lo que atañe a la moral. A Obatalá se le considera el padre de todos; es un dios que siempre busca la reconciliación, dispuesto a brindarnos siempre el mejor consejo, guía en las grandes dificultades y que manda muchas penas en este valle de lágrimas a quienes no se comportan como el determina. Es el dios a quién recurrimos en procura de ayuda. Tiene la característica de ser muy humilde. Representa la razón y la justicia. Se simboliza con el color blanco. Es hijo del supremo creador, Olodumare. Es el líder de todos los dioses, sobre el cual solo figura Olodumare. Todos los seres humanos, de acuerdo con nuestras creencias, tenemos varios protectores en los dioses, y el que se encarga de la cabeza es el ángel de la guarda. Los sacrificios animales que se hacen se conocen como “dar de comer al santo”.
La cabeza en santería o Regla de Oshá es algo sumamente importante, tanto así, que cuando alguien se inicia en santería, se asienta la cabeza o santo, con todo lo divino. Esto se hace por medio de ritos especiales. Obatalá tiene la propiedad de interceder ante otros dioses cuando el creyente tiene problemas con éstos. Obatalá es el dueño de las partes del cuerpo. Hay un día a la semana en el que reina, el jueves. Odia las bebidas alcoholicas y la fruta que más le agrada es la guanábana. Su agua preferida es de lluvia. Obatalá es el orisha más poderoso.
Elegguá, viejo dios de los yoruba, es el mensajero entre entre el hombre y los dioses, el guardián del hogar y del camino. En la religión lucumí, el santo de Atocha es identificado con Elegguá. Cuando se efectúa un acto religioso es el primero en ser convocado. Tiene muchos poderes y siempre porta un garabato. La misión específica de Elegguá es la de informar a Olodumare todo lo que aparece en el mundo, así como las acciones buenas y malas de los hombres. Elegguá con su influencia está en capacidad de cambiar el destino y la suerte de las personas. Es el guardián de casas, ciudades y templos, y en este sentido se acostumbra a tener su imagen en la puerta de las casas, así el creyente obtiene protección de su vivienda. Elegguá es uno de los mejores guerreros de la religión lucumí. Es un gran adivino. Sus colores son el rojo y el negro, simbolizando este último lo malo y la muerte. A diferencia de Obatalá, le gusta el aguardiente bueno. Su fruta preferida es la caña de azúcar y le agrada ser el primero en tocar los tambores en as fiestas religiosas. A Elegguá se le ha identificado con distintos santos cristianos, por ejemplo, San Bartolomé, el Ánima Sola del Purgatorio, pero en rigor, se le identifica con el Santo Niño de Atocha.
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